Después de llevar ya casi 14 años en Alemania, no acabo de aprender sobre esta cultura. Resulta que cometí una impertinencia que me hubiese podido costar bastante caro, dependiendo del número de comensales que hubieran podido estar en una taberna bávara.
En mi viaje hacia el sur de Alemania, entramos a comer a una taberna típica bávara. Yo estaba muy complacida, admirando la decoración del lugar y tomando unas fotos de recuerdo, cuando ante mis ojos apareció un lindo cencerro, sí esas típicas campanas que adornan los cuellos de las vacas lecheras en la cordillera de los Alpes alemanes. No pude resistir la tentación y la hice sonar varias veces. Yo muy feliz me di la media vuelta y en ese momento me dice mi suegro, quien nos acompañaba, tienes suerte de que llegamos temprano y somos los primeros comensales. Yo debí haber puesto cara de confusión, porque él inmediatamente me aclaró la impertinencia que yo acababa de cometer.
Ya que es una tradición que en las tabernas o en los bares de Alemania, exista un cencerro o campana, para que cuando un comensal celebre algo y quiera invitar una ronda de bebidas a los ahí presentes lo pueda hacer. Es una forma de dar el aviso de que la siguiente ronda va por tu cuenta.
Ni tarda ni perezosa, la mesera sonriente llegó a la mesa que habíamos elegido y me preguntó: ¿qué festejas? Yo le aclaré lo de mi ignorancia en cuanto al tema, soltó una carcajada con la que nos mostró toda su dentadura, (postiza por cierto), que nos resultó tan contagiante que también nos carcajeamos. Ella se concretó a decir: “entonces tuviste suerte, porque aún no llega nadie”. Todos sonreímos y mi suegro para aminorar mi mal sabor de boca, le pidió traernos una ronda de licores para abrir el apetito.
Por ello compruebo una vez más que saber de las diferencias culturales, conocer las tradiciones y los códigos sociales es de suma importancia cuando se vive en una cultura diferente a la que se creció.
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